Las enfermedades neurodegenerativas son trastornos caracterizados por la progresiva degeneración y muerte de las células nerviosas (neuronas) en el cerebro y la médula espinal. Estas enfermedades, como el Alzheimer, el Parkinson y la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), afectan las funciones motoras, cognitivas y otras capacidades neurológicas, llevando a un deterioro gradual e irreversible.
Estas enfermedades representan una creciente preocupación de salud pública en todo el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor de 50 millones de personas padecen algún tipo de demencia, siendo el Alzheimer la forma más común, afectando aproximadamente al 60-70% de los casos. Esta condición no solo tiene un impacto devastador en los individuos afectados y sus familias, sino que también impone una carga económica significativa a los sistemas de salud, ya que incluyen el cuidado médico, los tratamientos y las residencias especializadas. En muchos casos, las personas con Alzheimer requieren atención las 24 horas del día, lo que implica la necesidad de cuidadores profesionales o la admisión en instituciones especializadas, ambos recursos considerablemente costosos.
La búsqueda de métodos efectivos para prevenir y mitigar el impacto del Alzheimer ha llevado a los científicos a investigar diversas estrategias, entre las cuales la actividad física ha emergido como una intervención prometedora. La evidencia científica sugiere que el ejercicio regular puede desempeñar un papel crucial en la protección contra el deterioro cognitivo y las enfermedades neurodegenerativas.
El Alzheimer se caracteriza por la acumulación de placas de beta-amiloide y ovillos neurofibrilares en el cerebro, lo que resulta en la pérdida progresiva de neuronas y sinapsis; es por esto por lo que muchos estudios, que buscan la prevención, se han centrado en la evitación de esas acumulaciones. Aunque no existe una cura definitiva, se ha demostrado que la actividad física regular no solo mejora la salud cardiovascular y el metabolismo, sino que también tiene efectos directos en la función cerebral.
El ejercicio regular mejora significativamente la salud cardiovascular, lo cual tiene un impacto directo en la salud cerebral. Un sistema cardiovascular saludable garantiza un flujo sanguíneo adecuado al cerebro, proporcionando oxígeno y nutrientes esenciales.
El control del peso corporal y un metabolismo eficiente son esenciales para la prevención de muchas enfermedades crónicas, ya que la obesidad y el síndrome metabólico son factores de riesgo conocidos para el Alzheimer. El ejercicio ayuda a mantener un peso saludable, regula el metabolismo de la glucosa y mejora la sensibilidad a la insulina, lo que puede reducir el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, una condición que se asocia con un mayor riesgo de Alzheimer.
La actividad física aumenta la producción de antioxidantes naturales en el cuerpo, que combaten el estrés oxidativo, un proceso dañino que puede contribuir al envejecimiento y a la degeneración neuronal. Según un artículo en Cells, el ejercicio regular puede reducir significativamente el daño oxidativo en las células cerebrales, protegiendo así contra el deterioro cognitivo.
El ejercicio ayuda a regular la respuesta inflamatoria del cuerpo. La inflamación crónica de bajo grado es un factor de riesgo para muchas enfermedades, incluyendo el Alzheimer. La actividad física moderada a vigorosa ha demostrado reducir los marcadores inflamatorios en el cuerpo, lo que puede tener un efecto protector sobre el cerebro.
El ejercicio regular también fortalece el sistema inmunológico, lo que ayuda al cuerpo a combatir infecciones y otras enfermedades que podrían afectar indirectamente al cerebro. Un sistema inmunológico fuerte puede prevenir infecciones que, de otro modo, podrían causar inflamación y daño en el cerebro.
La actividad física tiene beneficios bien documentados para la salud mental, incluyendo la reducción de síntomas de depresión y ansiedad, condiciones que están relacionadas con un mayor riesgo de desarrollar Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas, esto es porque el ejercicio estimula la liberación de endorfinas y otros neurotransmisores que mejoran el estado de ánimo y generan una sensación de bienestar. Además, actúa como un mecanismo de afrontamiento saludable frente al estrés, lo que contribuye a una mejor salud mental general.
No solo el ejercicio en sí mismo es beneficioso, si no que ayuda con otros procesos también fundamentales, como el sueño, ya que ayuda a regular los patrones de sueño, aumentando tanto la duración como la calidad del sueño profundo, lo cual es esencial para los procesos de limpieza y reparación del cerebro, incluyendo la eliminación de proteínas beta-amiloides, cuya acumulación, como se ha explicado antes, está asociada con el Alzheimer.
Un estudio longitudinal, seguido durante más de 30 años, demostró que la actividad física en la mediana edad está asociada con una mejor función cognitiva en la vejez, lo que subraya la importancia de mantener un estilo de vida activo a lo largo de la vida para prevenir el deterioro cognitivo.
Otro estudio mostró que el ejercicio induce adaptaciones en el cerebro a nivel celular, promoviendo la neurogénesis y la sinaptogénesis, procesos esenciales para mantener la salud cognitiva y retrasar la progresión del Alzheimer.
La evidencia científica respalda la idea de que la actividad física regular no solo mejora la salud física general, sino que también tiene beneficios directos en la función cerebral, ayudando a prevenir enfermedades neurodegenerativas. Incorporar la actividad física en la vida diaria es una estrategia efectiva para mantener la salud cognitiva y mejorar la calidad de vida.
En conclusión, la evidencia actual subraya la importancia de la actividad física regular y los estilos de vida saludables en la prevención y manejo de las enfermedades neurodegenerativas. La adopción de estos hábitos no solo mejora la calidad de vida de los pacientes, sino que también ofrece un enfoque prometedor para reducir la carga de estas enfermedades en la sociedad. Continuar investigando y promoviendo la actividad física y la salud mental es crucial para enfrentar de manera efectiva los desafíos asociados a las enfermedades neurodegenerativas, y para brindar a los pacientes una vida más plena y activa.
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Ana López Estrada
Psicóloga
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